Hoy hace siete años, exactamente a las 7:30 estaba yo de viaje de trabajo, cogiendo un AVE desde Madrid hasta Sevilla. Quería haber sacado el billete para las 8:00 pero ya no quedaban plazas, así que tuve que salir a las 7:30.

A las 7:39 estallaba una bomba en Atocha, por donde yo había pasado hacía escasos minutos. Los que íbamos en ese tren no nos empezamos a enterar hasta mucho más tarde, cuando empezaron a sonar los móviles de casi todos los pasajeros, y fuimos recibiendo las noticias, al principio discretamente, y después cada uno iba retransmitiendo en voz alta. Era algo inaudito, se iba escuchando » Ya van  10 muertos», y a los pocos minutos «¿Que ya van 30 muertos?» y así llamada tras llamada nos ibamos enterando de la tragedia.

El tren paró durante un rato, antes de llegar a Córdoba, no recuerdo bien qué nos dijeron pero creo que estaban revisando por seguridad las estaciones a las que íbamos a llegar. En esos momentos yo no era consciente de lo que pasaba, y sólo pensaba en que si se retrasaba mucho, tendría que llamar a las personas que me estaban esperando en Sevilla para varias reuniones, avisándoles de que iba a llegar tarde. !Qué ingenua yo! con lo que se venía encima y no lo supe ver llegar.

Hay gente que se puso un poco nerviosa, y se bajaron en Sevilla ya que decidieron coger un coche de alquiler para volverse a Madrid. A mí me parecieron unos exagerados, como cuando el 11-S  la gente se fue de la oficina en donde yo trabajaba alegando que tenían familia en Manhattan y que se tenían que ir a casa… Pero esta vez era en Madrid, y los exagerados fueron los más listos porque los coches de alquiler se agotaron, y los que quisimos cogerlos después en Sevilla, ya no tuvimos la opción.

Lo pero que me pasó ese día no fue eso, ni mucho menos. Lo peor fue que antes de  llegar a Sevilla, y entre tanta inseguridad y desconcierto, recibí una llamada de mi familia comunicándome que mi abuela acababa de fallecer. Mi abuela María era alguien muy especial para mi, me acuerdo muchísimo de ella, pero últimamente más aún. Creo que en los momentos más bajos es quien más me ayuda y que está siempre ahí, mirándome y mimándome, como ella siempre hacía. Estoy llorando como una Magdalena y no sé si puedo seguir escribiendo, pero desde aquí quería recordarla porque la echo mucho de menos.

Y cambio un poco de tercio, la vuelta fue complicada, no me podía volver a Madrid, ni a Cáceres ni a ningún sitio porque no tenía cómo. El Ave no funcionaba de vuelta, y los coches de alquiler se habían terminado. Yo llegué a Sevilla y, aunque la persona que me esperaba me dijo que podíamos dejarlo para otra ocasión, decidí seguir con el día que tenía previsto, mantuvimos las reuniones planificadas con los clientes, y después, la vuelta, consegui quedar con mi hermano en Sevilla para que me recogiera y desde allí irnos juntos a Cáceres. Gracias a eso pude llegar. Aunque la espera, en un Hipercor de Sevilla prácticamente desierto durante unas horas fue dura.

En fin, llegué a mi ciudad, y con mi familia a despedirla. Y ese fue uno de los peores días de mi vida, de los menos radiantes y de los que nunca pensé que contaría aquí, pero hoy me apetecía hacerlo y compartirlo con vosotras.

Os deseo un buen viernes y un buen fin de semana.

*Este post fue escrito el 11 -M del 2011 pero cada año me gusta recordarlo.