Recuerdo como si fuera ayer esos días de cumpleaños en los que podíamos «ir de color» a clase. Salíamos del colegio y una madre nos llevaba a casa de su hija para celebrar su cumpleaños. Los gusanitos naranjas, la Fanta y la Coca-Cola ya nos alegraban la tarde. Junto con los sandwiches de Nocilla, paté y jamón y queso completaban el menú cumpleañero por aquel entonces ¡y no podía haber nada mejor!

Si además la madre era enrollada o había hermanas mayores, podías encontrarte con que organizaban juegos, y eso ya era la bomba, pero aunque ese no fuera el caso, la tarde se pasaba volando y yo misma digo que nunca pude tener mejores celebraciones de cumpleaños con mis amigas. Recuerdo aún cada detalle. Incluso una madre que se pasaba de moderna y nos daba a probar cosas que no teníamos edad para probar, pero bueno. Eso era un caso aislado y que por cierto a todas nos fascinaba.

Ahora viene lo más impactante de todo: desde el punto de vista de una madre de ahora, si habías nacido en época de vacaciones escolares, te quedabas sin celebración. Así de claro. Esas eran las normas no escritas. Como yo nací en agosto, pues nada, nunca pude tener el honor de poder reunir a mis amigas a la salida del colegio a tomar los «ganchitos» naranjas. Excepto una vez, que para compensar mis quejas y darme gusto como siempre, mi padre recogió a todas mis amigas un día de septiembre, en un autobús y nos llevó a mi celebración. También recuerdo aquellos saltos de todas en el autobús en el trayecto. ¡Qué bien lo pasamos!

Los cumpleaños infantiles de ahora

Ahora las cosas han cambiado tanto… los niños celebran al menos dos o tres veces su cumpleaños, con familia, con más familia, con sus amigos de clase, con los de la urbanización, … en el mejor de los casos no te libras de una celebración pero ¿cómo son estas celebraciones, dónde quedaron los sandwhiches de nocilla y paté con los dos refrescos?
Ahora si no hay tirolinas, parque de bolas, animadores o paint-ball (las pistolas de pintura para disparar), parece que no puedes sorprenderles. De hecho me parece algo escandaloso que los niños de hoy en día, (incluyo a los míos), hayan ido varias veces a los parques de entretenimiento y se los sepan de memoria. Faunia, Micropolix, y sitios que podrían servir para sorprenderles en alguna ocasión especial, para ellos son un plan más. Los disfrutan, eso sí, pero cada año es más difícil sorprenderles de verdad.

Pero este post no pretendía ser negativo. Eso lo dejo para mis propios pensamientos e intenciones de salirme de esta rueda loca de celebrar miles de cumpleaños cada fin de semana, y los padres tener que adaptar nuestras agendas a las de nuestros hijos. El mundo al revés. Pero como os decía, eso lo dejo para mi propia mente y para mi organización personal y familiar.

cumpleaños infantiles

Hoy quería romper una lanza porque unos niños de once años, que estos días celebraban su cumpleaños con sus amigos de clase, como cada septiembre, nos dieron la alegría a los agotados padres, una vez finalizada la fiesta, de reconocer que cada año se lo pasaban mejor. Y lo que me gustó de verdad fue que en esta celebración no hubo animadores, ni bolas, ni láser, ni juegos electrónicos,  ni bolos, ni tan siquiera gusanitos o chuches. Hubo Fanta y Coca-Cola, eso sí, en sus versiones más originales y sin variedades. Y el buen rato consistió en jugar un partido de fútbol con sus amigos de clase. Después pedimos unas pizzas. Y eso fue todo.

cumpleaños futbol infantil

Imagen: familias activas

Me pareció más fácil que los cumpleaños de cuando yo era niña.  Y aunque aún así acabamos cansados de atender a tanto niño, el resultado y las palabras de agradecimiento de mi hijo a la hora de volver a casa, me reconfortaron y me llegaron de satisfacción y alegría.

Me devolvieron la esperanza de recuperar la ilusión de estos niños de este tiempo, tan difíciles de sorprender pero a la vez, tan fáciles.

Espero que os gusten mis posts de Momentos de Reflexión.
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