De un tiempo a esta parte, venía pensando en la poca gracia que me hacía la idea de abandonar los treinta y tantos…  me gusta escuchar la canción de Tontxu, esa que dice

“Está mejor que nunca

ya nada le hace daño

y miente cuando dice… que tiene treinta y tantos”

 

Pues bien, ahora sí creo que así estoy yo, estoy mejor que nunca y no sé por qué no quería cumplir los cuarenta, que hoy acabo de cumplir. Tengo todo lo que puedo desear, así que por qué quejarme:

unos padres maravillosos que me organizan fiestas sorpresas  para esta celebración ( ya con lo complicado que está últimamente el tema, que parece una competición de a ver qué fiesta de 40 sorprende más, y sinceramente, como dice mi amiga Sole, mejor ya la  dejamos para los 41 ó los 42, que ya, poca sorpresa queda).
Además de ello,  mis padres hacen que el verano sea una cura de salud para mi y para todos mis chicos. Los  dos últimos inviernos han sido un poco difíciles por las largas jornadas de trabajo que no sabemos o creemos que no podemos acortar, por aquello de que los autónomos no pueden descansar. Esa constante sensación de no estar donde debo estar que me tortura cada día, cuando trabajo, pienso en el poco tiempo que paso con los niños, y cuando estoy con ellos, estoy pensando en arrancar el ordenador para hacer toda esa lista de cosas que tengo pendientes… ese mal de la mujer moderna, que cruzado con el trabajador por su cuenta, tiene como resultado la persona con síndrome de “podría trabajar más”.
Durante el verano, como os decía, mis padres cuidan de mis hijos en un entorno insuperable, mientras nosotros trabajamos, descansamos y estamos mucho tiempo con ellos. Imposible estar mejor.

 

Unos hermanos generosos que tras años de gritos, juegos y peleas, ahora nos aportan todo aquello que necesitamos en cada momento. Esos con los que las alegrías se multiplican y las penas se reducen a la mitad. Esos con los que no hace falta apenas cruzar palabras, porque saben lo que pensamos y cómo nos sentimos, y con los que se está tan, tan bien.

 

Una familia, ya en el sentido más extenso, que me apoya siempre  y con la que me siento “en casa” y arropada en cualquier situación.

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Además, tengo la suerte de tener los tres mejores hijos del mundo, sí, como cada madre, los míos son los mejores: tres ángeles de 7, 3 y 1 año que hacen que cada día  sea un nuevo reto. Cada uno tan distinto del otro, y todos tan adorables, parece imposible: el asombrosamente listo, responsable y  tranquilo; el gracioso, honesto y bonachón; y el chiquitín que… de momento, promete.

 

Por si fuera poco, la ciudad en la que disfruto de todos ellos, Cáceres, es la ciudad de mi infancia, tan bonita, tan cómoda, tan entrañable…  aquí nada me cuesta,  ni tres horas ir al médico, ni dos horas una gestión, ni una tarde una reunión… cómo cunde el tiempo en una ciudad pequeña.

 

En fin, tantos días sin escribir en el blog, estoy desentrenada y siento que no sé expresar mejor lo que siento, pero igualmente me gustaría compartirlo con vosotras un año más.

 

Os espero a la vuelta por aquí, con novedades y mis historias. Este año quiero escribir sobre más cosas, más experiencias personales y sobre todo lo que se me ocurra. Se admiten sugerencias!

Gracias por estar ahí, porque vosotras también habéis hecho que mis 40 sean especiales.